sábado, 23 de abril de 2011

El Requiem de Mozart con toda su fuerza

En cada pieza se da una relación en la que el intérprete debe estar a la altura del trabajo del compositor. Así como todos podemos cantar el Feliz Cumpleaños, algunos pocos pueden cantar un Lacrymosa. De gran nivel ha de ser el músico si se le plantea una obra magna como el Requiem de Mozart.

Para esta presentación única, verdadera joya del Festival Internacional de Música Clásica por los Caminos del Vino, quienes supieron estar a la altura fueron el Coro Universitario y la Orquesta Filarmónica de Mendoza. Junto a Soledad de la Rosa (soprano), Gloria López (contralto), Carlos Ullán (tenor) y Marcelo Otegui (bajo), la maestra Ligia Amagio tuvo a cargo semejante desafío.

El Teatro Independencia lució este viernes con su capacidad completa y dio inicio al espectáculo apenas pasadas las 21:30. Al no haber programas impresos, Ligia Amagio se encargó de explicar la obra. El Requiem (que significa "descanso") es una misa para los difuntos cantada en latín. La Misa de Réquiem en re menor, K. 626, fue la última obra empezada por Mozart y terminada por su discípulo. Es una de las composiciones más complejas que existen y requirió cerca de tres meses de ensayo.

Las voces del Coro Universitario superaron la dificultad de los meligmas y fugas. Notorio fue el trabajo realizado para marcar los temas de cada cuerda coral, además de la calidez lograda en contraste con la fuerza que imponen los coros europeos. La Filarmónica de Mendoza supo también arrancar suspiros tanto en el "Recordare" como en el "Tuba Mirum".

Tras el aplauso interminable del público, los artistas decidieron dedicarle otra vez el "Lacrymosa". Si bien es un tema que se emplea a mitad de la misa, aquí con la compañía de los solistas fue el mejor broche de oro que podríamos haber pedido.

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